En su primera época, el cine "hablaba" a través de carteles y de las expresiones de los personajes que expresaban con sus gestos lo que pasaba en la pantalla. Cabe preguntarse si, desde un punto de vista estético, era necesario añadirle música. El cine es un espectáculo de fantasmas, de personajes que no están vivos aunque representan a los vivos. Esta circunstancia le da a la música una tremenda relevancia: revitalizar a esos personajes, darles emociones reales, con música instrumental que todos pudiesen manejar como lenguaje.
La música existe en el cine porque tiene que darle vida a los personajes; en su ausencia, aparecerían como meros fantasmas. Pero no solo en el cine mudo, sino que más adelante, en el cine sonoro la música refuerza la presencia del personaje. Si alguien duda de ello, que vea Psicosis de Alfred Hitchcock sin fondo musical y luego se lo agregue. La música del cine no acompaña simplemente: subraya, comenta, agrega, profundiza... redondea ideas anteriores y establece un vínculo emocional continuo con el espectador.
Max Steiner compuso en 1933 su música para King Kong cambiando para siempre la historia del cine. Es música incidental, no viene de ningún lugar en pantalla, y le da a la película no sólo ritmo y cariño hasta por el simio gigantesco, sino toda una gama de temas que representan a los personajes y que el espectador puede seguir para ir entendiendo la trama.